6/2/21

Las catástrofes nunca vienen solas

Del candidato Salvador Illa, ex ministro de Sanidad, se ha dicho de él que es educado, de buenos ademanes y palabras. Modosito, vamos. Esto, que parece un elogio, no deja de ser la representación de un individuo amorfo, sin chicha ni limoná en su haber. Cuando habla no se le entiende porque parece estar rezando. Como ministro de Sanidad jamás brilló con luz propia, porque todos los focos los puso el virus. Sin presencia moral o intelectual, su actitud ha sido la de servir de marioneta u hombre de paja para ese señor que habita en la Moncloa y que se sigue riendo de todos. El Ministerio de Sanidad se ha caracterizado durante toda la pandemia por la inoperancia más absoluta. Sánchez, en una de sus primera sancheces, dividió un ministerio sin competencias (el de Sanidad y Consumo) en dos sin competencias (Sanidad, y Consumo). De ese modo pudo hacer sitio en el Consejo de Ministros a dos individuos que estaban ahí para no hacer absolutamente nada que representar cuota: la del maridaje catalanista y el podemita.

Nadie esperaba que ese extraño individuo hubiera de enfrentar la pandemia del Covid. Como en España las competencias sanitarias están distribuidas entre las Comunidades Autónomas, el Ministerio no dejaba de ser un gigante de barro que, en lugar de agilizar la gestión, la dificultaba enormemente. En manos del sanchismo y sus pitonisas, los criterios sanitarios quedaban al albur de las conveniencias políticas que cada momento exigía. Y desde el primer momento. Se reaccionó tarde. Había que mantener las manifestaciones feministas. Se permitió la entrada por los aeropuertos de cuantos italianos quisieron pasar pese a que en el país transalpino la epidemia estaba desbocada. En pocos días se pasó de asegurar que en nuestro país no había ningún problema a decretar el estado de alarma y el confinamiento más duro de toda Europa.

Se adoptó un sistema de mando único, lo que a priori parecía todo un acierto. Pero ese mando único comenzó a hacer aguas por todas partes en un tiempo brevísimo. Quisieron centralizar las compras y fue un desastre. Los suministros no llegaban. Muchos contratos eran fraudulentos. Otros se adjudicaban sin el menor rigor. Al final cada Comunidad, pese a carecer de competencias al estar todas atribuidas al mando único, se las tuvo que apañar como pudo. En lo científico, los engaños y rectificaciones estuvieron a la orden del día. La desescalada fue caótica y al margen de todo criterio médico. El comité de expertos jamás existió (seguimos sin saber por qué).

Fue una catástrofe, aún lo es. Sánchez, en otra de sus sancheces más características (propia de quien no tiene idea de nada, pero actúa como si lo tuviese todo previsto) optó por descargar la responsabilidad en las Comunidades Autónomas, pero sin darles medios ni autoridad, manteniendo bajo control la posibilidad de intervenir cuando las conveniencias políticas le fuesen propicias. Prueba de ello fue lo de Madrid. primero fabricó un engendro jurídico (tumbado por los tribunales) y finalmente decretó un estado de alarma reducido a una sola provincia. El ridículo más absoluto. Eso de la "cogobernanza", una más de las muchas palabras y conceptos que se inventan en Moncloa día sí y día también, convirtió España en un campo de batalla donde cada cual (ayuntamientos inclusive) hacía de su capa un sayo. Y en aquellas competencias que seguían siendo exclusivamente del Gobierno, las actuaciones iban en contra de las declaraciones: se negó por activa y por pasiva a establecer controles en aeropuertos y ferrocarriles, e incluso tras la aparición de la cepa británica, cuando casi todos los países habían anulado los vuelos con Inglaterra, Sánchez rechazó hacerlo. El Ministerio del Interior desapareció tras la primera ola como por asomo: las Autonomías no han dispuesto de medios para asegurar que se cumplían las medidas adoptadas.

Como en este tema, como en tantos otros, los escándalos no terminan nunca, ahora toca el de la vacunación. Por descontado, Sánchez ha culpado a la Unión Europea, lo cual no deja de ser razonable porque la UE es un bodrio burocrático incapaz de encontrar soluciones efectivas a casi ningún problema. Por descontado también, Sánchez ha tratado de colocarse todas las medallas, por ejemplo con aquello de etiquetar las vacunas como "Gobierno de España".




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