22/4/22

Tal vez Ucrania no pierda

En las últimas semanas, la guerra de Rusia (en otros ambientes se habla de Moscú, tal vez queriéndose referir al Kremlin) contra Ucrania parece haber dado un giro interesante. Después de no poder apoderarse de Kiev, las fuerzas rusas se han retirado a Bielorrusia y Rusia, dejando un rastro de víctimas civiles, reagrupándose en el este de Ucrania con el objetivo de obtener el Donbás. Vladimir Putin ha nombrado al general Alexander Dvornikov, conocido como el "carnicero de Siria", para dirigir la campaña bélica. Esta semana, lanzó una ofensiva militar aún más brutal en el este de Ucrania.

Pero a medida que los ucranianos comienzan a luchar contra el nuevo asalto, la política occidental se está quedando atrás de la realidad de la guerra sobre el terreno. Algunos políticos estadounidenses y europeos están abogando por una solución negociada a la invasión en la que ambas partes se comprometan. Lo están haciendo a pesar de que Rusia ha asesinado, violado y torturado a miles de civiles, y a pesar de que dar al país el control sobre el Donbás significaría condenar a más ucranianos a un destino igualmente horrible. Están presionando para alcanzar un acuerdo a pesar de la mala fe de Rusia y su largo historial de rechazo de los esfuerzos diplomáticos. La experiencia de las llamadas Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk sugiere que Putin usaría áreas recientemente ocupadas como plataformas de lanzamiento para nuevos ataques sobre Ucrania y otros estados vecinos. Una solución negociada, aunque fuera posible, no traería la paz, sino una inestabilidad permanente de la seguridad en Europa.

Occidente entiende que Moscú es brutal y poco confiable. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha calificado la invasión como un genocidio, y los líderes europeos han acusado públicamente a Putin de crímenes de guerra. Pero desde el comienzo de la invasión a gran escala de Rusia, los líderes occidentales se han comportado como si no creyeran que Ucrania pudiese derrotar a Rusia en el campo de batalla y, en cambio, han aumentado las supuestas conversaciones de paz (en mi opinión, buscando no esta sino realmente la estabilidad económica y energética que la guerra ha destrozado). Alemania, por ejemplo, ha evitado proporcionar tanques, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ha hecho múltiples intentos de negociar con Putin, diciendo que "no hay otra salida [a la guerra] que un alto el fuego y negociaciones de buena fe entre Rusia y Ucrania". Como resultado, los líderes occidentales están señalando que estarían dispuestos a aceptar las ganancias territoriales rusas a cambio del fin de la invasión. A pesar de los tropiezos de Moscú, el pensamiento convencional de Occidente es que el ejército ruso es demasiado grande como para fallar. Pero esta suposición es falsa: Ucrania puede, de hecho, ganar una clara victoria militar. Sus fuerzas fueron capaces no sólo de impedir que Rusia llegara a Kiev; con la ayuda de las (limitadas) armas defensivas provistas por los Estados Unidos y por la OTAN, Ucrania pudo lanzar contraofensivas alrededor de Kiev, Chernihiv y otros lugares en el norte. Contra todo pronóstico, el ejército ucraniano ha demostrado ser capaz de hacer mucho más que mantener sus líneas de defensa: ha demostrado ser capaz de obligar a las fuerzas rusas a retirarse.



Corresponderá a los ucranianos definir los términos completos de la victoria. Como dijo el presidente Volodymyr Zelensky en una entrevista reciente, Ucrania no cederá territorio en el este para poner fin a la guerra. Como mínimo, esto significa que la victoria implicaría un retorno inmediato al status quo de 2014, junto con un camino negociado para restaurar la plena integridad territorial de Ucrania, incluidas las dos "Repúblicas Populares" (el Donbás). Crimea es un tema más difícil, pero es posible prever un acuerdo que deje su estatus en disputa. Así fue como la Unión Soviética y Occidente manejaron las reclamaciones de soberanía de Moscú sobre los estados bálticos, que el Kremlin luego tomó en 1940.

Como dijo Biden en su discurso en Varsovia, la guerra en Ucrania no trata solo de Ucrania, es una batalla entre la democracia y la autocracia. Pero la respuesta política occidental no ha reflejado la gravedad de esas palabras. Estados Unidos y Europa han sido demasiado cautelosos, contradictorios y plagados de temores. Afortunadamente, hay señales de que, al menos en materia de asistencia de seguridad, Estados Unidos se está volviendo más asertivo. Europa debe hacer mucho más para suministrar armas a Ucrania. La Unión Europea ha comprometido 1.500 millones de euros en asistencia de seguridad desde la invasión de febrero, pero eso palidece en comparación con los 35.000 millones de euros que el bloque ha pagado a Rusia por la energía durante el mismo período de tiempo. Alemania se ha comprometido ostensiblemente a enviar más armas pesadas a Ucrania, pero aún no ha entregado ninguna y no tiene un calendario claro para hacerlo. De hecho, la ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, ha dicho que las entregas de armas de fuentes gubernamentales han llegado a su límite y que no enviará tanques a Ucrania porque teme agotar sus existencias. Otros aliados que están dispuestos a enviar armas más pesadas de la era soviética también han expresado su preocupación por el agotamiento de sus reservas militares y están buscando reemplazos en Estados Unidos.

La capacidad de Ucrania para defenderse depende, por tanto, de la capacidad de Washington para garantizar líneas de suministro no solo a Kiev sino también a los aliados en el flanco oriental de la OTAN. Estados Unidos tendrá que establecer canales con todos estos países de una manera consistente, robusta y profunda. Si, como se teme, la guerra en Ucrania va a ser no una operación relámpago sino un conflicto a largo plazo que abarque años, Ucrania debe tener un suministro constante de armas para sus necesidades inmediatas y para garantizar que tenga la capacidad de defenderse en el futuro. Washington tendrá que aumentar la producción militar, reducir los retrasos en las ventas militares extranjeras y trabajar con los aliados para aumentar sus capacidades de producción de armas y suministros más ligeros, como chalecos antibalas y piezas de repuesto. La alianza puede y debe crear un mecanismo para reunir y distribuir reabastecimientos desde y hacia los Estados miembros. También debe establecer un centro, tal vez en Polonia o Rumania, donde proporcionar capacitación a las fuerzas ucranianas sobre cómo usar los nuevos equipos.

Pero ayudar a Ucrania a ganar requerirá algo más que apoyo militar. Putin afirma que la política de Occidente de "guerra relámpago económica" sobre Rusia ha fracasado. Estados Unidos y Europa deberían demostrar que está equivocado aumentando rápidamente las sanciones económicas contra Rusia, que actualmente no son lo suficientemente fuertes como para tener un efecto inmediato en la trayectoria militar de la guerra. El talón de Aquiles de la economía rusa son las exportaciones de energía, que alimentan el cofre de guerra de Putin. Lituania se ha convertido en el primer país europeo en detener las importaciones de gas ruso, y Polonia anunció que pondrá fin a las importaciones de carbón ruso en las próximas semanas y eliminará gradualmente las importaciones de petróleo y gas para finales de año. El resto del continente está avanzando lentamente; en respuesta a las atrocidades cometidas en Bucha, la Comisión Europea propuso la prohibición de las importaciones de carbón ruso. Aunque este es un buen comienzo, mientras el gas continúe fluyendo de Rusia a Europa, el continente seguirá en deuda con Moscú. Los Estados Unidos deben presionar a Europa para que ponga fin a su dependencia energética más rápidamente. Esto no será fácil, dado lo dependiente que es el continente del gas ruso. La economía de la UE recibirá un golpe inmediato por poner fin a esta relación, pero el golpe a Rusia será exponencialmente mayor.

Es peligroso que el presidente ruso crea que puede usar sus armas nucleares para intimidar a Estados Unidos y a los aliados, especialmente porque los objetivos de Putin van mucho más allá de establecer el control en Ucrania. En su largo discurso antes de lanzar la ofensiva del 24 de febrero, el presidente de Rusia dejó claro que persigue tener influencia sobre todos los estados de la antigua Unión Soviética, incluidos los miembros de la OTAN en los países bálticos. Si Putin puede asustar con éxito a Occidente y ganar en Ucrania, se sentirá envalentonado. La probabilidad de una ofensiva rusa contra un miembro de la OTAN aumentará significativamente, al igual que los riesgos de una catástrofe internacional aún mayor. Los costos de derrotar a Putin en Ucrania pueden ser altos, pero son mucho más bajos, y mucho menos riesgosos, que los costos de derrotarlo en Estonia.

Los ucranianos, por supuesto, pagarán el precio final por la victoria. Cuanto más resistan y se defiendan, más trabajará Putin para infligir un mayor dolor a los civiles y destruir la infraestructura del país. Pero como muestra la respuesta del país a las recientes acciones rusas en Bucha, los ucranianos son un pueblo difícil de romper. Cuanto más brutales se vuelven las tácticas del Kremlin, más dispuesto está el pueblo ucraniano a luchar por su patria. Mientras crean que pueden ganar, sacrificarán una cantidad tremenda en nombre de Europa. Los aliados de Ucrania están moralmente obligados a apoyar sus esfuerzos. Hay mucho más en esta guerra por Occidente que simplemente crear una Ucrania entera y libre. Si Ucrania gana, el resultado final será una Rusia debilitada, sin capacidad militar para lanzar más agresiones contra estados vecinos. 



14/4/22

Lo nazi para Rusia es Ucrania, y debe ser combatido por generaciones

"Qué debería hacer Rusia con Ucrania" es un artículo de Timofey Sergueytsey, experto en tecnologías políticas, filósofo y metodólogo (o así es como él se presenta), publicado el pasado 3 de abril en la agencia oficial rusa RIA. 



En el ensayo de Sergueitsev se justifica la necesidad de represiones masivas contra los ucranianos para obligarlos a abandonar su propia nacionalidad, cultura e idioma. Utiliza el término de propaganda rusa "ucranianismo" para describir "una construcción artificial antirrusa que no tiene su propio contenido civilizatorio, un elemento subordinado de una civilización alienante y alienada". La tesis principal del artículo es el exterminio de los ucranianos como grupo étnico no solo a través de la "desnazificación" y lo que denominan "desbanderización", sino también a través de la llamada "desucranianización", es decir, "rechazo de la inflación artificial a gran escala del componente étnico de la autoidentificación de la población de los territorios de la histórica Pequeña Rusia (Malorossiya) y la Nueva Rusia (Novorossiya), iniciada por las autoridades soviéticas". 

Nota: La palabra "desbanderizar" proviene del nombre del líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos -OUN-, Stepán Andríyovich Bandera, un controvertido y polémico activista político y uno de los más destacados personajes del movimiento nacionalista e independentista ucraniano, a quien el 22 de enero de 2010, el presidente saliente de Ucrania, Víktor Yúshchenko, otorgó el título póstumo de "Héroe de Ucrania", hecho que fue condenado por el Parlamento Europeo, Rusia y diversas organizaciones polacas y judías. Algunos ucranianos lo aclaman como un libertador que luchó contra los estados soviéticos, polacos y nazis mientras intentaba establecer una Ucrania independiente, mientras que otros ucranianos, así como Polonia y Rusia, lo condenan como un fascista y un criminal de guerra, responsable de las masacres de civiles polacos y, parcialmente, del Holocausto en Ucrania.

Se transcribe a continuación la traducción al español del artículo completo para que cada lector pueda extraer sus propias conclusiones.

"Qué debería hacer Rusia con Ucrania" por Timofey Sergeytsev 

En abril del año pasado, escribimos sobre la inevitabilidad de la desnazificación de Ucrania. No necesitamos nazis, Ucrania es el enemigo de Rusia y la herramienta de Occidente para la destrucción de Rusia. Hoy en día, el tema de la desnazificación ha pasado a un plano práctico. 

La desnazificación es necesaria cuando una parte significativa de la gente, muy probablemente la mayoría, ha sido dominada y atraída al régimen nazi en su política. Es entonces cuando la hipótesis de que "la gente es buena, el gobierno es malo" no funciona. El reconocimiento de este hecho es la base de la política de desnazificación, de todas sus medidas, y el hecho mismo es su objeto. 

Ucrania se encuentra en esa situación. El hecho de que el votante ucraniano votara por la "paz de Poroshenko" y la "paz de Zelenskyy" no debería ser engañoso: los ucranianos estaban bastante satisfechos con el camino más corto hacia la paz a través de la guerra relámpago, que los dos últimos presidentes ucranianos insinuaron de manera transparente cuando fueron elegidos. Fue este método de "apaciguamiento" de los antifascistas internos, a través del terror total, el que se utilizó en Odesa, Járkov, Dnipro, Mariupol y otras ciudades rusas. Y esto le convenía bastante al hombre ucraniano de la calle. La desnazificación es un conjunto de medidas en relación con la masa nazificada de la población, que técnicamente no puede ser sometida a castigo directo como criminales de guerra. 

Los nazis que tomaron las armas deberían ser destruidos al máximo en el campo de batalla. No debería haber diferencias significativas entre las Fuerzas Armadas de Ucrania y los llamados batallones nacionales, así como la defensa territorial que unió estos dos tipos de formaciones militares. Todos ellos están igualmente involucrados en la crueldad extrema contra la población civil, igualmente culpables del genocidio del pueblo ruso, y no cumplen con las leyes y costumbres de la guerra. Los criminales de guerra y los nazis activos deben ser castigados de manera ejemplar y exponencial. Debe haber una lustración total. Cualquier organización que se haya asociado con la práctica del nazismo ha sido liquidada y prohibida. Sin embargo, además de la cúpula, una parte significativa de las masas, que son nazis pasivos, cómplices del nazismo, también son culpables. Apoyaron y complacieron el poder nazi. El castigo justo de esta parte de la población sólo es posible como soportar las inevitables dificultades de una guerra justa contra el sistema nazi, librada con el mayor cuidado y prudencia posible en relación con los civiles. La desnazificación adicional de esta masa de la población consiste en la reeducación, que se logra mediante la represión ideológica (supresión) de las actitudes nazis y la censura estricta: no solo en la esfera política sino también necesariamente en la esfera de la cultura y la educación. Fue a través de la cultura y la educación que se preparó y llevó a cabo una profunda nazificación masiva de la población, asegurada por la promesa de dividendos de la victoria del régimen nazi sobre Rusia, la propaganda nazi, la violencia interna y el terror, así como la guerra de ocho años con el pueblo de Donbas que se rebeló contra el nazismo ucraniano. 

La desnazificación solo puede ser llevada a cabo por el ganador, lo que implica (1) su control absoluto sobre el proceso de desnazificación y (2) el poder de garantizar dicho control. En este sentido, un país desnazificado no puede ser soberano. El Estado desnazificador – Rusia – no puede proceder de un enfoque liberal con respecto a la desnazificación. La ideología del desnazificador no puede ser discutida por el culpable sometido a desnazificación. El reconocimiento de Rusia de la necesidad de desnazificar Ucrania significa el reconocimiento de la imposibilidad del escenario de Crimea para Ucrania en su conjunto. Sin embargo, este escenario era imposible en 2014 y en el rebelde Donbás. Solo ocho años de resistencia a la violencia y el terror nazis condujeron a la cohesión interna y a una negativa masiva consciente e inequívoca a mantener cualquier unidad y conexión con Ucrania, que se definió a sí misma como una sociedad nazi. 

Los términos de la desnazificación no pueden ser de ninguna manera inferiores a una generación, que debe nacer, crecer y alcanzar la madurez en las condiciones de desnazificación. La nazificación de Ucrania continuó durante más de 30 años, comenzando al menos en 1989 cuando el nacionalismo ucraniano recibió formas legales y legítimas de expresión política y dirigió el movimiento por la "independencia" hacia el nazismo. La peculiaridad de la Ucrania nazificada moderna está en la amorfidad y la ambivalencia, que permiten disfrazar el nazismo como un deseo de "independencia" y un camino "europeo" (occidental, pro-estadounidense) de "desarrollo" (en realidad, a la degradación), para afirmar que en Ucrania "no hay nazismo, solo excesos individuales privados". Después de todo, no hay un partido nazi principal, ni un Führer, ni leyes raciales completas (solo su versión truncada en forma de represiones contra el idioma ruso). Como resultado, no hay oposición ni resistencia al régimen. 

Sin embargo, todo lo anterior no hace del nazismo ucraniano una "versión ligera" del nazismo alemán durante la primera mitad del siglo 20. Por el contrario, dado que el nazismo ucraniano está libre de tales marcos y restricciones de "género" (esencialmente tecnología política), se desarrolla libremente como la base fundamental de cualquier nazismo, como racismo europeo y, en su forma más desarrollada, estadounidense. Por lo tanto, la desnazificación no puede llevarse a cabo en un compromiso, sobre la base de una fórmula como "OTAN – no, UE – sí". El propio Occidente colectivo es el diseñador, la fuente y el patrocinador del nazismo ucraniano, mientras que los cuadros de bandera occidental y su "memoria histórica" son solo una de las herramientas para la nazificación de Ucrania. El ukronazismo conlleva no menos, sino una mayor amenaza para el mundo y Rusia que el nazismo alemán de la versión hitleriana. 

El nombre "Ucrania" aparentemente no puede conservarse como el título de ninguna entidad estatal completamente desnazificada en un territorio liberado del régimen nazi. Las repúblicas populares recién creadas en el espacio libre del nazismo deben y crecerán a partir de la práctica del autogobierno económico y la seguridad social, la restauración y la modernización de los sistemas de soporte vital de la población. 

De hecho, sus aspiraciones políticas no pueden ser neutrales: la expiación de la culpa ante Rusia por tratarla como un enemigo solo puede realizarse confiando en Rusia en los procesos de restauración, renacimiento y desarrollo. No se deben permitir "Planes Marshall" para estos territorios. No puede haber "neutralidad" en el sentido ideológico y práctico, compatible con la desnazificación. Los cuadros y organizaciones que son el instrumento de desnazificación en las repúblicas recién desnazificadas no pueden sino confiar en el apoyo militar y organizativo directo de Rusia. 

La desnazificación inevitablemente también será una desucranianización, un rechazo de la inflación artificial a gran escala del componente étnico de la autoidentificación de la población de los territorios de la histórica Pequeña Rusia (Malorossiya) y la Nueva Rusia (Novorossiya), iniciada por las autoridades soviéticas. Siendo un instrumento de la superpotencia comunista, después de su caída, el etnocentrismo artificial no quedó sin dueño. En esta capacidad oficial, pasó bajo la autoridad de otra superpotencia (el poder que se encuentra sobre los estados): la superpotencia de Occidente. Debe ser devuelto a sus límites naturales y privado de funcionalidad política. 

A diferencia de, digamos, Georgia y los países bálticos, Ucrania, como la historia ha demostrado, es imposible como estado-nación, y los intentos de "construir" uno conducen naturalmente al nazismo. El ucranianismo es una construcción artificial antirrusa que no tiene su propio contenido civilizatorio, un elemento subordinado de una civilización alienígena y alienígena. La desbanderización por sí sola no será suficiente para la desnazificación: el elemento Bandera es solo un intérprete y una pantalla, un disfraz para el proyecto europeo de la Ucrania nazi, por lo tanto, la desnazificación de Ucrania es también su inevitable deseuropeización. 

La élite Bandera debe ser liquidada, su reeducación es imposible. El "pantano" social, que lo apoyó activa y pasivamente con la acción y la inacción, debe sobrevivir a las dificultades de la guerra y asimilar la experiencia como una lección histórica y expiación por su culpa. Aquellos que no apoyaron al régimen nazi, lo sufrieron y la guerra desatada por él en el Donbás, deben consolidarse y organizarse, deben convertirse en el pilar del nuevo gobierno, su vertical y horizontal. La experiencia histórica muestra que las tragedias y los dramas de la guerra benefician a los pueblos que han sido tentados y llevados por el papel de enemigo de Rusia. 

La desnazificación como objetivo de una operación militar especial en el marco de esta operación en sí se entiende como una victoria militar sobre el régimen de Kiev, la liberación de territorios de los partidarios armados de los nazis, la eliminación de nazis implacables, la captura de criminales de guerra y la creación de condiciones sistémicas para la posterior desnazificación en tiempos de paz. Este último, a su vez, debería comenzar con la organización de los organismos locales de autogobierno, policía y defensa, limpiados de elementos nazis, lanzando sobre su base los procesos fundacionales de fundación de un nuevo estado republicano, integrando este estado en estrecha cooperación con el departamento ruso para la desnazificación de Ucrania (recién creado o convertido, por ejemplo, de Rossotrudnichestvo), con la adopción bajo control ruso del marco regulatorio republicano (legislación) sobre la desnazificación, la definición de los límites y el marco para la aplicación directa de la ley rusa y la jurisdicción rusa en el territorio liberado en el campo de la desnazificación, la creación de un tribunal para crímenes contra la humanidad en la antigua Ucrania. En este sentido, Rusia debería actuar como guardiana de los Juicios de Nuremberg. 

Todo lo anterior significa que para lograr los objetivos de la desnazificación, es necesario el apoyo de la población, su transición al lado de Rusia después de la liberación del terror, la violencia y la presión ideológica del régimen de Kiev, después de la retirada del aislamiento informativo. Por supuesto, tomará algún tiempo para que la gente se recupere del impacto de las hostilidades, para convencerse de las intenciones a largo plazo de Rusia: que "no serán abandonados". Es imposible prever de antemano exactamente en qué territorios tal masa de población constituirá una mayoría críticamente necesaria. Es poco probable que la "provincia católica" (Ucrania occidental como parte de cinco regiones) se convierta en parte de los territorios prorrusos. La línea de alienación, sin embargo, se encontrará empíricamente. Seguirá siendo hostil a Rusia, pero la neutralidad por la fuerza y la desmilitarización de Ucrania con el nazismo formalmente prohibido. Los odiadores de Rusia irán allí. La garantía de la preservación de esta Ucrania residual en un estado neutral debe ser la amenaza de una continuación inmediata de la operación militar en caso de incumplimiento de los requisitos enumerados. Tal vez esto requiera una presencia militar rusa permanente en su territorio. Desde la línea de exclusión hasta la frontera rusa habrá un territorio de posible integración en la civilización rusa, que es antifascista en su naturaleza interna. 

La operación para desnazificar Ucrania, que comenzó con una fase militar, seguirá la misma lógica de etapas en tiempos de paz que una operación militar. En cada uno de ellos, será necesario lograr cambios irreversibles, que se convertirán en los resultados de la etapa correspondiente. En este caso, los pasos iniciales necesarios de la desnazificación se pueden definir de la siguiente manera: 

    • liquidación de formaciones nazis armadas (lo que significa cualquier formación armada de Ucrania, incluidas las Fuerzas Armadas de Ucrania), así como la infraestructura militar, informativa y educativa que garantiza su actividad; 
    • la formación de organismos públicos de autogobierno y milicias (defensa y aplicación de la ley) de los territorios liberados, protegiendo a la población del terror de los grupos nazis clandestinos; 
    • instalación del espacio de información ruso; 
    • la retirada de materiales educativos y la prohibición de programas educativos en todos los niveles que contengan directrices ideológicas nazis; 
    • acciones de investigación masivas para establecer la responsabilidad personal por crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, la difusión de la ideología nazi y el apoyo al régimen nazi; 
    • lustración, publicación de los nombres de cómplices del régimen nazi, involucrándolos en trabajos forzados para restaurar la infraestructura destruida como castigo por las actividades nazis (de entre aquellos que no estarán sujetos a la pena de muerte o prisión); 
    • la adopción a nivel local, bajo la supervisión de Rusia, de actos normativos primarios de desnazificación "desde abajo", una prohibición de todos los tipos y formas de renacimiento de la ideología nazi; 
    • el establecimiento de memoriales, letreros conmemorativos, monumentos a las víctimas del nazismo ucraniano, perpetuando la memoria de los héroes de la lucha contra él; la inclusión de un complejo de normas antifascistas y desnazificación en las constituciones de las nuevas repúblicas populares; 
    • creación de organismos permanentes de desnazificación por un período de 25 años. 
Rusia no tendrá aliados en la desnazificación de Ucrania. Ya que este es un negocio puramente ruso. Y también porque no solo se erradicará la versión Bandera de la Ucrania nazi, sino que se incluirá, y sobre todo, el totalitarismo occidental, los programas impuestos de degradación y desintegración civilizatoria, los mecanismos de sometimiento a la superpotencia de Occidente y Estados Unidos. 

Para poner en práctica el plan de desnazificación de Ucrania, la propia Rusia tendrá que desprenderse finalmente de las ilusiones proeuropeas y prooccidentales, realizarse como la última instancia de protección y preservación de los valores de la Europa histórica (el Viejo Mundo) que lo merecen y que Occidente finalmente abandonó, perdiendo la lucha por sí mismo. Esta lucha continuó a lo largo del siglo 20 y se expresó en la guerra mundial y la revolución rusa, inextricablemente vinculadas entre sí. 

Rusia hizo todo lo posible para salvar a Occidente en el siglo 20. Implementó el principal proyecto occidental, una alternativa al capitalismo, que ganó los estados-nación: un proyecto socialista y rojo. Aplastó el nazismo alemán, un producto monstruoso de la crisis de la civilización occidental. El último acto de altruismo ruso fue la mano extendida de la amistad de Rusia, por la cual Rusia recibió un golpe monstruoso en la década de 1990. 

Todo lo que Rusia ha hecho por Occidente, lo ha hecho a su propio costo, haciendo los mayores sacrificios. Occidente finalmente rechazó todos estos sacrificios, devaluó la contribución de Rusia para resolver la crisis occidental y decidió vengarse de Rusia por la ayuda que proporcionó desinteresadamente. Además, Rusia seguirá su propio camino, sin preocuparse por el destino de Occidente, confiando en otra parte de su herencia: el liderazgo en el proceso global de descolonización. 

Como parte de este proceso, Rusia tiene un alto potencial de asociaciones y aliados con países que Occidente ha oprimido durante siglos y que no van a volver a ponerse el yugo. Sin el sacrificio y la lucha rusa, estos países no habrían sido liberados. La desnazificación de Ucrania es al mismo tiempo su descolonización, que la población de Ucrania tendrá que entender a medida que comience a liberarse de la intoxicación, la tentación y la dependencia de la llamada elección europea.


En un comentario en las redes sociales, Dmitri Medvedev, vicejefe del Consejo de Seguridad, además de expresidente y ex primer ministro, niega el fenómeno de lo ucraniano, que define como "bulo defendido por fanáticos" y afirma que "Ucrania sufrirá su propio destino tras experimentar la transformación mental en el Tercer Reich". La "desmilitarización y desnazificación de Ucrania son tareas difíciles que no se ejecutan en un momento y que no solo se realizarán en el campo de batalla". "Cambiar la conciencia sangrienta y llena de falsos mitos de una parte de los ucranianos es el objetivo más importante para la tranquilidad de las futuras generaciones de ucranianos y la oportunidad de construir una Eurasia abierta, desde Lisboa hasta Vladivostok". 

Evgueni Primakov Junior, director de Rossotrudnichestvo (entidad federal para la cooperación con el espacio postsoviético y rusos en el extranjero), ha propuesto "anunciar una recompensa por las cabezas de los organizadores ucranianos de la carnicería en Bucha, los ejecutores y quienes la idearon, y comenzar una cacería contra ellos". "La recompensa debe ser generosa para que los cómplices de estos criminales de guerra se sientan tentados a entregar a estos canallas".

Díganme ahora a qué se asemeja la política del Kremlin.




13/4/22

La expulsión del infierno disfrazado de paraíso

En 2018 tuvo lugar la expulsión de Alex Jones de las grandes plataformas de internet. Jones es un personaje controvertido, por decirlo de manera suave. Vive de explotar sin escrúpulos las paranoias de un sector marginal de la derecha. Ha llegado a afirmar que nadie murió en la masacre de la escuela de Sandy Hook de 2012, donde 26 personas resultaron asesinadas, 20 de ellas niños. Entre otras lindezas, dijo que las supuestas víctimas eran, en realidad, niños actores y que podía verse durante los funerales  que la cara de los falsos padres eran de fingimiento. La expulsión de Alex Jones fue rápida, siguiendo un patrón que se ha repetido en numerosas ocasiones desde entonces. Primero fueron las redes sociales y las web que se nutren de contenido creado por los usuarios: sus vídeos quedaron fuera de YouTube, sus podcast de Spotify y Apple y sus perfiles sociales de Facebook, LinkedIn, Pinterest y Twitter. Luego  le dieron de baja algunos servicios no esenciales como las newsletters de Mailchimp. A estos le siguieron las tiendas de aplicaciones para móviles de Apple y Google. El último clavo han sido servicios financieros como Paypal o directamente Visa y Mastercard. No sucede algo ni remotamente parecido con webs o servicios que cuenten con el beneplácito de la izquierda, por ejemplo, BLM o Antifa. En nuestro país, ni los proetarras de Bildu ni los golpistas catalanes han tenido tampoco ningún problema similar.

Con ocasión del asalto al Capitolio, ese execrable circo pergeñado por seguidores de Trump que pretendían revertir la derrota de su líder en las elecciones ante Biden, el patrón se siguió con mucha mayor rapidez. En poco más de 24 horas, el aún presidente de los Estados Unidos era expulsado de Twitter,  de Facebook, de Shopify, de YouTube, de Twich, de Instagram, de Tiktok, de Pinterest y seguramente alguno más. La indignación ante semejante magnicidio digital llevó a muchos usuarios a Parler, una red social alternativa con fuerte presencia de la derecha norteamericana mainstream –incluyendo numerosos periodistas y políticos, incluyendo senadores y representantes–. Esto ocurrió desde el momento en que Twitter empezó a etiquetar como falsos los tuits de Trump, y sólo los de Trump. Ante el mero rumor de que Trump podría abrirse cuenta en Parler, la reacción del oligopolio fue incluso más rápida:

  • Viernes: Google elimina la app de Parler de su Google Play Store y Apple le da 24 horas para censurar sus contenidos.
  • Sábado: Apple cumple su amenaza. Se da el caso de que, al contrario que en Android, donde se pueden instalar aplicaciones sin usar la tienda de Google, en los dispositivos de Apple es obligatorio usar la App Store. Otros proveedores de servicios digitales, como Twilio y Okta, dejan de darle servicio.
  • Domingo: Amazon, propietaria de los servicios en la nube AWS, donde se aloja Parler, le da hasta medianoche para censurar esos contenidos. Esto es equivalente a que Vodafone, Orange o Movistar cortaran el teléfono y el acceso a internet porque no les gusta lo que se escribe o dice.
  • Lunes: Parler desaparece de internet.

Por cierto, en el asalto resultó muerta por la policía una de las participantes, Ashli Babbitt, veterana de la Fuerza Aérea, al recibir un disparo dentro del Capitolio. Primero se dispara, luego se pregunta (como en Vietnam).

Naturalmente, es imposible que sea casualidad que todos los grandes de internet se dieran cuenta al mismo tiempo de que Parler era servicio de los malos, el malísimo. Tampoco es casualidad que todos ellos impusieran tareas imposibles de cumplir en un plazo de tiempo tan eximio que resultaba casi inexistente. La izquierda tomó el asalto al Capitolio como excusa para imponer una dictadura digital en la que sólo quedaba permitido el pensamiento único. Es el capitalismo moralista que nos instruye sobre qué debemos pensar (por nuestro bien), en el que los jefes de las grandes empresas prefieren quedar bien ante sus pares y ante ellos mismos antes que con los accionistas, en el que algunos grandes presionan a países y gobiernos regionales para cambiar las leyes de modo que se ajusten a este pensamiento único.

Algunos que a estas alturas ya sólo pueden ser llamados idiotas o mentirosos dirán que es una respuesta razonable a una situación de polarización y violencia sin precedentes. Pero es mentira. En EEUU llevan cuatro años de polarización extrema y de ataques de la izquierda a la derecha, , el último de ellos con violencia en las calles. Estos ataques son apoyados y en muchos casos financiados por los mismos grandes de internet que se ponen tan tiquismiquis. ¿Se piensan acaso que así van a acabar con Trump, con el trumpismo o, más en general, con la derecha que denominan ultra o extrema? Eso nunca ha pasado ni pasará. Simplemente tendrán a la mitad de la población odiándoles a muerte y deseando alcanzar el poder para destruirlos. Y cuando caigan, que no esperen que los liberales defensores de la libre empresa derramen una sola lágrima. Bastante será que no se coloquen al frente de la turba que blanda las antorchas encendiendas.

Si nos comparamos con la Antigua Roma, donde los condenados eran arrojados a la jaula de los leones (el famoso damnatio ad bestias), expulsar de Twitter al presidente Trump por considerarlo persona non grata es poco grave. Sin embargo, se abrió un dilema no poco complejo en torno a la cancelación de su cuenta en las redes. Puede ser lícito fijar determinados límites a los “enemigos de la democracia” o a aquellos que tienen un discurso que fomenta el odio y la violencia, pero la dificultad reside en que si apoyamos la fórmula “ninguna libertad para los enemigos de la libertad”, o limitamos ciertas libertades, como la de expresión, corremos el peligro de alentar el despotismo en nombre de la libertad.

El sentido común dice que el cierre de la cuenta de Twitter no soluciona el problema de fondo, la polarización identitaria y su salto de las redes a las calles. El nivel de ideologización o el problema de la anosognosia y los ofendiditos no ha hecho más que crecer. Solo la levedad de pensamiento, la argumentación y la vivacidad pueden atenuar el estilo exagerado y violento del debate, ese aire entre grave y quejumbroso que conduce a la vulgarización y a la brutalización del discurso político.

El problema del espíritu gregario de esta época tiene que ver con que no somos capaces de aceptar las opiniones de los que no son como nosotros. Hay multitud de bufones, comentadores o periodistas que solo señalan las irresponsabilidades del bando contrario, y medios que se han convertido en caricaturas de todo lo que representan para sus oponentes. La división del mundo entre buenos y malos es lo que hace que tanto izquierda como derecha se empeñen en pensar según ciertas pautas gregarias a la hora de abordar este o cualquier otro conflicto. La censura o el “derecho de admisión” en las redes es un paso muy contraproducente en este clima tan polarizado.

¿Cuánto pueden las noticias sesgadas o la censura contribuir al aumento de la polarización ideológica? Ningún analista que se considere neutral puede responder a esta pregunta atendiendo solo a la polarización de una parte de la población. La realidad es que en EUU existe el universo de la Fox, con una ideología política unidimensional y una visión de la América profunda que se ha convertido en alucinación, y luego está el universo del New York Times donde cualquier plumífero publica fascinantes viajes para observar in situ la radicalización de los fachas paletos americanos, como quien observa el apareamiento de las aves, todo ello con grandes dosis de paternalismo y grandilocuencia moral. La propensión a esta polarización y al sesgo ideológico es compartida por todos, y este es un defecto ya muy arraigado.

Debería ser causa de preocupación que comentaristas rechacen o nieguen la legitimidad de sus oponentes o hagan caricaturas sin siquiera sentir una pizca de pudor, porque están convencidos de que tienen buenas intenciones mientras tachan a los otros de personas non gratas. Si los consumidores solo reclaman noticias que reafirmen su ideología, entonces los medios de comunicación deberían ser considerados como parte del sector del entretenimiento y perder su función como cuarto poder y su papel crucial en el funcionamiento de la democracia.

Que Trump, y otros, haya sido expulsado de las redes no soluciona el problema de la polarización. En palabras de Valle Inclán, “teosóficamente podría explicárselo a ustedes, si estuvieran ustedes iniciados en la noble Doctrina del Karma”.


1/4/22

Putin ya ha perdido el Donbás

El 25 de marzo, un general del ejército ruso declaró que el énfasis de la invasión de Ucrania se centraría en el este, donde se buscaría la "liberación" del Donbás. Para muchos observadores occidentales, el objetivo de la declaración era claro: con las ofensivas rusas estancadas en Kiev, Járkov y otras grandes ciudades ucranianas, y las fuerzas rusas sometidas a enormes pérdidas, Moscú necesitaba recuperar la iniciativa. Centrarse en el Donbás, donde durante mucho tiempo Rusia ha estado armando y reforzando a los separatistas de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk, era una manera conveniente de volver a disponer del control.

Desde el comienzo de la guerra, el este ha ocupado un lugar especial de importancia para Putin. Tras ocho largos años de lucha en la zona, la expansión de las "Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk", respaldadas por Rusia, se ha convertido en un imperativo ideológico para el líder ruso. El Donbás tiene altas tasas población que se comunica en idioma ruso, y cuando Moscú comenzó la invasión encubierta del Donbás en 2014, los residentes proporcionaron apoyo. Si hubiera alguna parte de Ucrania que Moscú pudiera haber sido capaz de atraer rápidamente a su redil, parecería ser el este.

Las fuerzas rusas han tratado de apoderarse rápidamente del área: surgiendo desde la península de Crimea para tomar la costa del Mar de Azov, descendiendo desde el norte a través de la región de Sloboda, empujando hacia el oeste a través del río Seversky... Miles de residentes del Donbás han muerto en ataques rusos, especialmente en Mariupol. Las demás principales ciudades han sido  también reducidas a la ruina.

Pero cualquier suposición de que las fuerzas rusas podrían tomar fácilmente el este de Ucrania ha sido errónea. A pesar de su agresividad, Moscú no ha tomado el control de las principales áreas urbanas de la región: Kramatorsk, Mariupol y Severodonetsk. Sus fuerzas de invasión a norte y sur todavía tienen varias líneas de defensas ucranianas que cruzar y no pocos cientos de kilómetros de territorio antes de que puedan unirse. El ejército ucraniano está luchando ferozmente para evitar que Rusia tenga éxito. E incluso en los lugares que sí han caído, Rusia sigue luchando para confirmar su dominio. El apoyo de los lugareños ha sido muy limitado; de hecho, muchos han acudido a protestar por la ocupación.

La inesperada combinación de resistencia militar y civil en el este ha puesto en tela de juicio la totalidad de la estrategia bélica de Rusia. Si el país no puede tomar y mantener el este de Ucrania bajo control, es extremadamente improbable que tenga éxito en cualquier otro lugar del país.

CIUDAD DEL ACERO

Desde el comienzo de la guerra, las fuerzas rusas han hecho de la toma de Mariupol un objetivo crucial. La ciudad, la más grande de la parte controlada por el gobierno del Donbás, tiene una enorme importancia estratégica. Se encuentra junto al puente terrestre hacia Crimea. Sus vastas plantas metalúrgicas han sido una fuente importante del PIB ucraniano. Y la ciudad tiene una enorme importancia cultural. La población de Mariupol es abrumadoramente de habla rusa, y en noviembre de 2020, una encuesta mostró que un notable 83.4% de los encuestados creía que los rusos y los ucranianos eran un solo pueblo.

Pero al mismo tiempo, desde 2014 Kiev ha invertido millones de dólares en la ciudad en un intento de cambiar las actitudes y mostrar los enormes beneficios que ofrecía ser parte de Ucrania. El gobierno ucraniano restauró el centro de la ciudad, erigió nuevos centros de servicio y revitalizó el sistema de transporte público. Sin embargo, desde el comienzo de la guerra, los medios de comunicación rusos se jactaron de enfrentamientos con los fascistas ucranianos en la ciudad, refiriéndose al Batallón Azov, una unidad militar con profundos vínculos con la extrema derecha. Los militares de Putin asumieron que, una vez atacados, las fuerzas ucranianas en Mariupol depondrían las armas, que los soldados rusos serían recibidos como salvadores, y que los combatientes de Azov serían asesinados en batalla, o capturados y posteriormente juzgados por un tribunal militar.


En cambio, las fuerzas ucranianas se han defendido ferozmente, infligiendo el mayor número de bajas que Rusia ha encajado en cualquier otra parte del país. Desorientadas por la realidad, las fuerzas rusas han arremetido contra la ciudad con artillería masiva, ataques aéreos y bombardeos navales. El gobierno de Mariupol estima que el 90 por ciento de los edificios de la ciudad están dañados o destruidos, desde el encantador centro de la era zarista hasta los interminables barrios de bloques de apartamentos soviéticos y la enorme planta de acero en la costa. La administración de la ciudad afirma que al menos 5.000 civiles están muertos, sin considerar los que aún yacen bajo los escombros.

Rusia puede esperar que los supervivientes, conmocionados, culpen de su difícil situación no al bombardeo de Rusia, sino al ejército ucraniano y a la negativa del Batallón Azov a rendirse. Pero si algo hay en común en la zona es la rabia contra Rusia. Oleksandr Shkatula, que regía un popular negocio de queso artesanal en Mariupol, estableció su tienda tras dejar atrás un restaurante cerca de Donetsk, ocupada por Rusia, debido a los combates en 2014. Cuando el ejército ruso hizo estallar el suministro de energía de Mariupol, Shkatula preparó comidas al aire libre para sus vecinos hasta que el bombardeo se volvió demasiado intenso. Luego, él y su familia empacaron e hicieron autostop a las afueras de la ciudad, ya destrozada, para dirigirse gradualmente hacia el territorio controlado por el gobierno. "Cuatro horas en un coche y todo lo que vimos fueron ruinas", declaraba. En los puestos de control, los soldados rusos daban galletas a sus hijos, "como si no fueran ellos los que los hubieran estado torturando con hambre", dijo. Shkatula es un hablante de ruso de toda la vida, pero desde que comenzó la invasión el 24 de febrero, dice que solo habla ucraniano.

La gran minoría griega de la ciudad proporciona otro buen barómetro acerca de cómo sienten los residentes la destrucción de la ciudad. Aunque es políticamente diversa, la comunidad griega de Azov tiene una larga tradición de simpatía hacia Rusia, gracias a la protección de Moscú en la era zarista contra los turcos. Buscando capitalizar esta relación histórica, la televisión estatal rusa transmitió recientemente a un grupo de lugareños griegos escondidos en un sótano elogiando al ejército ruso, que había tomado el control de los suburbios. "Los rusos no han matado a nadie aquí", decía en la televisión uno de los lugareños, "Nunca disparan contra civiles". Pero testimonios en un refugio antiaéreo diferente al elegido por la televisión rusa sugieren que las simpatías históricas no sobrevivirán al baño de sangre. Escondiéndose del bombardeo ruso, la presidenta de la Federación de Sociedades Griegas de Ucrania escribió un llamamiento en el periódico griego Skai, en el que enumeró las aldeas griegas alrededor de Mariupol que fueron arrasadas por los ataques aéreos rusos. Llamó a las acciones de Rusia "terrorismo abierto y obvio", así como "el genocidio del pueblo ucraniano y el genocidio de los griegos de Ucrania por parte de la Federación Rusa".

HACER ENEMIGOS

En las partes controladas por el gobierno de Lugansk, Moscú también esperaba tener una victoria relativamente sencilla. Antes de la invasión, el área ofrecía consistentemente mayorías electorales para el partido prorruso Plataforma de Oposición por la Vida, liderado por el confidente de Putin y actual fugitivo Viktor Medvedchuk. También tiene una frontera larga y poco vigilada con Rusia al norte y una gran concentración de fuerzas rusas y separatistas estacionadas en la "República Popular" al sur. Tanto la cultura política como la geografía parecían dar a Rusia una ventaja incorporada.

Al principio, las fuerzas de Moscú encontraron éxito. Las tropas cruzaron las fronteras, y en la parte norte de la provincia, escasamente poblada, pequeños grupos de tanques y soldados rusos controlaron los condados con una fuerza mínima. Esto ayudó a los militares a centrarse en rodear el conglomerado urbano de Lysychansk, Rubizhne y Severodonetsk, que tiene una población combinada de aproximadamente 300.000 personas. La artillería pesada de la región separatista ha disparado contra las defensas ucranianas hacia el sur, casi destruyendo varias ciudades mineras de carbón.


Pero una vez más, los planes de Rusia se toparon con los habitantes locales. Los soldados ucranianos han incendiado múltiples columnas de tanques en las entradas a Severodonetsk. Las fuerzas rusas se trasladaron a Rubizhne, pero sufriendo grandes bajas y pudiendo apoderarse solo de la mitad de la ciudad. E incluso en localidades totalmente conquistadas, ha habido poca colaboración directa por parte de sus habitantes, colaboración con la que contaban las fuerzas rusas. En todas las ciudades del norte de Lugansk, los residentes han inundado las calles ondeando banderas azules y amarillas, bloqueado convoyes de tropas y cantado consignas proucranianas contra los soldados rusos y sus representantes separatistas. En la ocupada Starobilsk, los manifestantes incluso derribaron y quemaron una bandera separatista de la República Popular a la vista de las fuerzas de ocupación rusas. Vadym Gaev, el alcalde de Novopskov, una ciudad idílica cerca de la frontera con Rusia, dijo que los soldados rusos habían rastreado el gobierno local en busca de un traidor que lo dirigiría y solo pudieron encontrar a una joven que trabajaba en la oficina de impuestos.

¿Qué ha sucedido para que conquistar y ocupar Lugansk haya sido tan difícil? En resumen, las fuerzas rusas y separatistas se encontraron rápidamente con la identidad ucraniana de la región, establecida por siglos de migración desde el corazón central del país. Los principales idiomas del norte de Lugansk son el ucraniano y una versión surzhyk del ucraniano mezclada con ruso. Cuando los manifestantes hablan ruso, lo hacen para lacerar a las fuerzas ocupantes con obscenidades. Más recientemente, los refugiados proucranianos del Lugansk, controlada por separatistas, se han trasladado a regiones controladas por el gobierno, fortaleciendo el apoyo de la zona a Kiev. E incluso los lugareños que simpatizan con Rusia han visto lo mal que Moscú ha fallado en la gestión socioeconómica de los territorios separatistas en los últimos ocho años, atenuando cualquier apoyo que pudieran haber mostrado a los soldados rusos de hoy.

Frente a una resistencia tan inesperada, las fuerzas rusas han recurrido a la misma táctica que utilizaron en Mariupol y en otros lugares: la violencia indiscriminada. Las fuerzas terrestres y los aviones rusos han golpeado Severodonetsk y las ciudades circundantes, matando a decenas de residentes y reduciendo a cráteres y ruinas ennegrecidas cualquier edificio.

Incluso en los pueblos y ciudades que las fuerzas rusas han ocupado con éxito, han continuado su campaña de terror contra la población local. Oleksii Artiuikh, el editor del sitio web de noticias Tribun, ha recibido testimonios diarios en Rubizhne de soldados rusos presuntamente saqueando apartamentos, robando automóviles y violando mujeres. En Novopskov, las tropas de ocupación han abierto fuego contra manifestantes proucranianos. Las fuerzas rusas también han estado arrestando a organizadores de protestas, interrogando a residentes y haciendo desaparecer a activistas.

Eso no ha impedido que Moscú intente jugar con los beneficios de la ocupación, que incluyen perdonar las deudas de los servicios públicos y renovar las conexiones ferroviarias con Rusia, algo que el Kremlin ha negado a los residentes de regiones separatistas durante los últimos ocho años. Pero en su mayor parte, los "beneficios" son cambios culturales forzados y salarios más bajos. Las fuerzas rusas están ordenando a las escuelas que hablen solo ruso y cambien el plan de estudios ucraniano por el separatista, lo que resulta en un diploma reconocido solo en Rusia. Están cambiando los nombres de las calles a los nombres soviéticos que se usaban antes de la ley de descomunización de Ucrania de 2014. Están reemplazando la grivna ucraniana con el rublo ruso, vetado por Occidente. Una fuente en la ocupada Starobilsk informa de que, entre el cambio de divisas y los recortes salariales, los médicos del hospital de la ciudad podrían ver caer sus salarios en dos tercios.

Esta es una fatídica advertencia de lo que podría suceder. La región norteña de Lugansk es la mayor franja de territorio que Rusia ha ocupado desde el comienzo de la invasión en febrero, y su destino sugiere que la incorporación a la "República Popular de Lugansk" significa terror, policía secreta, chovinismo ruso, culto a la carga soviética y degradación económica. Incluso podría ser en una escala peor de la que las regiones separatistas han experimentado hasta ahora. Rusia dispondrá de un territorio ocupado mucho más grande para administrar que antes, y tendrá que hacerlo con recursos muy reducidos, gracias a las sanciones paralizantes y los contratos cancelados de petróleo y gas. Es muy posible que recurra a una mayor represión para mantener el control y restringir aún más los servicios básicos. No es de extrañar que tantos ucranianos hayan respondido a la ocupación con desafío.

GANAR O PERDER

Como muestra la terrible destrucción de Mariupol, Volnovakha, Severodonetsk, Rubizhne y otras ciudades orientales, Putin está decidido a subyugar al Donbás, incluso si eso significa masacrar a los ucranianos orientales aparentemente prorrusos e incendiar lo que queda del poder de Rusia en la región. Ha apostado su credibilidad en el Donbás y parece decidido a gobernar sus ruinas humeantes en lugar de admitir la locura de su guerra de elección y retirada.

Pero la respuesta de los ucranianos orientales ha sido notable. Su ejército ha montado una defensa mucho más robusta de lo que Rusia podría haber imaginado, y sus residentes han protestado valientemente contra las fuerzas ocupantes. La narrativa imperial que Moscú utilizó para vender la guerra al público ruso no echará raíces en suelo ucraniano. Un grupo de propagandistas rusos de un medio de comunicación pro-Kremlin, por ejemplo, visitó recientemente un distrito ocupado de Mariupol y se sorprendió por las respuestas enfurecidas de las mujeres locales de habla rusa al sonido de los continuos bombardeos rusos. "Nuestro Mariupol acaba de florecer, construimos nuevas carreteras, nuevos parques", exclamaron. "¡La metalurgia se estaba desarrollando, y luego ustedes los rusos vinieron a 'liberarnos'!"

Las próximas semanas determinarán si el desafío de Ucrania y la determinación de Occidente de aportar armas son suficientes para detener el movimiento despiadado de Putin en el Donbás. Pero ya se ha expuesto descaradamente la fantasía revanchista de Rusia de que los ucranianos reprimidos anhelaban la liberación fraterna. Pase lo que pase en el campo de batalla, Moscú ha perdido para siempre su influencia cultural y su cabeza de playa en el este bilingüe, multinacional y, sin embargo, ahora inequívocamente ucraniano territorio.


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