Todos los dirigentes nacionales, todos los organismos internacionales, todos ellos y muchos más han proclamado repetidamente, estas últimas semanas, que la Comunidad Internacional (quienquiera que sea esa señora) no consentiría que Rusia, es decir, Putin, invadiese un país libre y democrático.
La triste realidad, vergonzosa y fútil, ha sido otra. A renglón seguido, hemos justificado que la OTAN no puede intervenir porque Ucrania no era territorio de la Alianza. Bueno. Tampoco lo eran Serbia y Kosovo y entramos en dichos territorios, hasta Belgrado, sin contemplaciones.
La estructura militar ucraniana, por mucho coraje que le ponga, ha sido destruida y carece de capacidad de defensa ante ataques selectivos. La UE, siempre tan concernida, ha izado bandera blanca porque carece de capacidad de combate pese a los muchos años que lleva tratando de conseguir algo parecido a un Ejército europeo que sirva para algo más que pequeñitas misiones de paz. Estados Unidos no parece interesada en apoyar democracias en peligro, sino en no parecer blandita ante Putin. Rusia es un tigre durmiente que ha despertado hambriento y con ganas de zamparse a esos vecinos que juegan a ser adultos e ir por vía propia. OTAN incluida en el juego. En resumen, militarmente vamos a dejar a Ucrania a su suerte.
Enseguida el debate ha tornado hacia las sanciones. Se habla y especula con todo tipo de medidas económicas coercitivas que se aplicarían progresivamente conforme a lo que Rusia vaya haciendo. Tal vez por eso, cuando las tropas rusas asediaban Kiev, las bolsas del mundo entero, también la rusa, subieron varios enteros y recuperaron las pérdidas del día anterior. Tal vez por eso Rusia vendía en ese mismo momento más petróleo que en cualquier otro momento anterior al conflicto bélico. Tal vez por eso, la mayoría de países no han permitido que los bancos rusos sean desconectados de la red Swift.
Solo el mundo deportivo y Eurovisión han hecho efectivas medidas importantes contra Rusia como privar a sus deportistas de competir en diversos torneos o impedir a sus cantantes que participen en el tostón ese de las canciones europeas.
Veremos lo que sucede cuando Rusia se quede con los recursos naturales que Europa venía comprando a Ucrania y que, en cuanto se consuma la invasión, pasarán a ser gestionados por Putin.
Esta guerra solo es terrible para Ucrania y sus habitantes. Los demás nos echamos las manos a la cabeza y pensamos que Putin es un malnacido. Y ya está.
