1/4/22

Putin ya ha perdido el Donbás

El 25 de marzo, un general del ejército ruso declaró que el énfasis de la invasión de Ucrania se centraría en el este, donde se buscaría la "liberación" del Donbás. Para muchos observadores occidentales, el objetivo de la declaración era claro: con las ofensivas rusas estancadas en Kiev, Járkov y otras grandes ciudades ucranianas, y las fuerzas rusas sometidas a enormes pérdidas, Moscú necesitaba recuperar la iniciativa. Centrarse en el Donbás, donde durante mucho tiempo Rusia ha estado armando y reforzando a los separatistas de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk, era una manera conveniente de volver a disponer del control.

Desde el comienzo de la guerra, el este ha ocupado un lugar especial de importancia para Putin. Tras ocho largos años de lucha en la zona, la expansión de las "Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk", respaldadas por Rusia, se ha convertido en un imperativo ideológico para el líder ruso. El Donbás tiene altas tasas población que se comunica en idioma ruso, y cuando Moscú comenzó la invasión encubierta del Donbás en 2014, los residentes proporcionaron apoyo. Si hubiera alguna parte de Ucrania que Moscú pudiera haber sido capaz de atraer rápidamente a su redil, parecería ser el este.

Las fuerzas rusas han tratado de apoderarse rápidamente del área: surgiendo desde la península de Crimea para tomar la costa del Mar de Azov, descendiendo desde el norte a través de la región de Sloboda, empujando hacia el oeste a través del río Seversky... Miles de residentes del Donbás han muerto en ataques rusos, especialmente en Mariupol. Las demás principales ciudades han sido  también reducidas a la ruina.

Pero cualquier suposición de que las fuerzas rusas podrían tomar fácilmente el este de Ucrania ha sido errónea. A pesar de su agresividad, Moscú no ha tomado el control de las principales áreas urbanas de la región: Kramatorsk, Mariupol y Severodonetsk. Sus fuerzas de invasión a norte y sur todavía tienen varias líneas de defensas ucranianas que cruzar y no pocos cientos de kilómetros de territorio antes de que puedan unirse. El ejército ucraniano está luchando ferozmente para evitar que Rusia tenga éxito. E incluso en los lugares que sí han caído, Rusia sigue luchando para confirmar su dominio. El apoyo de los lugareños ha sido muy limitado; de hecho, muchos han acudido a protestar por la ocupación.

La inesperada combinación de resistencia militar y civil en el este ha puesto en tela de juicio la totalidad de la estrategia bélica de Rusia. Si el país no puede tomar y mantener el este de Ucrania bajo control, es extremadamente improbable que tenga éxito en cualquier otro lugar del país.

CIUDAD DEL ACERO

Desde el comienzo de la guerra, las fuerzas rusas han hecho de la toma de Mariupol un objetivo crucial. La ciudad, la más grande de la parte controlada por el gobierno del Donbás, tiene una enorme importancia estratégica. Se encuentra junto al puente terrestre hacia Crimea. Sus vastas plantas metalúrgicas han sido una fuente importante del PIB ucraniano. Y la ciudad tiene una enorme importancia cultural. La población de Mariupol es abrumadoramente de habla rusa, y en noviembre de 2020, una encuesta mostró que un notable 83.4% de los encuestados creía que los rusos y los ucranianos eran un solo pueblo.

Pero al mismo tiempo, desde 2014 Kiev ha invertido millones de dólares en la ciudad en un intento de cambiar las actitudes y mostrar los enormes beneficios que ofrecía ser parte de Ucrania. El gobierno ucraniano restauró el centro de la ciudad, erigió nuevos centros de servicio y revitalizó el sistema de transporte público. Sin embargo, desde el comienzo de la guerra, los medios de comunicación rusos se jactaron de enfrentamientos con los fascistas ucranianos en la ciudad, refiriéndose al Batallón Azov, una unidad militar con profundos vínculos con la extrema derecha. Los militares de Putin asumieron que, una vez atacados, las fuerzas ucranianas en Mariupol depondrían las armas, que los soldados rusos serían recibidos como salvadores, y que los combatientes de Azov serían asesinados en batalla, o capturados y posteriormente juzgados por un tribunal militar.


En cambio, las fuerzas ucranianas se han defendido ferozmente, infligiendo el mayor número de bajas que Rusia ha encajado en cualquier otra parte del país. Desorientadas por la realidad, las fuerzas rusas han arremetido contra la ciudad con artillería masiva, ataques aéreos y bombardeos navales. El gobierno de Mariupol estima que el 90 por ciento de los edificios de la ciudad están dañados o destruidos, desde el encantador centro de la era zarista hasta los interminables barrios de bloques de apartamentos soviéticos y la enorme planta de acero en la costa. La administración de la ciudad afirma que al menos 5.000 civiles están muertos, sin considerar los que aún yacen bajo los escombros.

Rusia puede esperar que los supervivientes, conmocionados, culpen de su difícil situación no al bombardeo de Rusia, sino al ejército ucraniano y a la negativa del Batallón Azov a rendirse. Pero si algo hay en común en la zona es la rabia contra Rusia. Oleksandr Shkatula, que regía un popular negocio de queso artesanal en Mariupol, estableció su tienda tras dejar atrás un restaurante cerca de Donetsk, ocupada por Rusia, debido a los combates en 2014. Cuando el ejército ruso hizo estallar el suministro de energía de Mariupol, Shkatula preparó comidas al aire libre para sus vecinos hasta que el bombardeo se volvió demasiado intenso. Luego, él y su familia empacaron e hicieron autostop a las afueras de la ciudad, ya destrozada, para dirigirse gradualmente hacia el territorio controlado por el gobierno. "Cuatro horas en un coche y todo lo que vimos fueron ruinas", declaraba. En los puestos de control, los soldados rusos daban galletas a sus hijos, "como si no fueran ellos los que los hubieran estado torturando con hambre", dijo. Shkatula es un hablante de ruso de toda la vida, pero desde que comenzó la invasión el 24 de febrero, dice que solo habla ucraniano.

La gran minoría griega de la ciudad proporciona otro buen barómetro acerca de cómo sienten los residentes la destrucción de la ciudad. Aunque es políticamente diversa, la comunidad griega de Azov tiene una larga tradición de simpatía hacia Rusia, gracias a la protección de Moscú en la era zarista contra los turcos. Buscando capitalizar esta relación histórica, la televisión estatal rusa transmitió recientemente a un grupo de lugareños griegos escondidos en un sótano elogiando al ejército ruso, que había tomado el control de los suburbios. "Los rusos no han matado a nadie aquí", decía en la televisión uno de los lugareños, "Nunca disparan contra civiles". Pero testimonios en un refugio antiaéreo diferente al elegido por la televisión rusa sugieren que las simpatías históricas no sobrevivirán al baño de sangre. Escondiéndose del bombardeo ruso, la presidenta de la Federación de Sociedades Griegas de Ucrania escribió un llamamiento en el periódico griego Skai, en el que enumeró las aldeas griegas alrededor de Mariupol que fueron arrasadas por los ataques aéreos rusos. Llamó a las acciones de Rusia "terrorismo abierto y obvio", así como "el genocidio del pueblo ucraniano y el genocidio de los griegos de Ucrania por parte de la Federación Rusa".

HACER ENEMIGOS

En las partes controladas por el gobierno de Lugansk, Moscú también esperaba tener una victoria relativamente sencilla. Antes de la invasión, el área ofrecía consistentemente mayorías electorales para el partido prorruso Plataforma de Oposición por la Vida, liderado por el confidente de Putin y actual fugitivo Viktor Medvedchuk. También tiene una frontera larga y poco vigilada con Rusia al norte y una gran concentración de fuerzas rusas y separatistas estacionadas en la "República Popular" al sur. Tanto la cultura política como la geografía parecían dar a Rusia una ventaja incorporada.

Al principio, las fuerzas de Moscú encontraron éxito. Las tropas cruzaron las fronteras, y en la parte norte de la provincia, escasamente poblada, pequeños grupos de tanques y soldados rusos controlaron los condados con una fuerza mínima. Esto ayudó a los militares a centrarse en rodear el conglomerado urbano de Lysychansk, Rubizhne y Severodonetsk, que tiene una población combinada de aproximadamente 300.000 personas. La artillería pesada de la región separatista ha disparado contra las defensas ucranianas hacia el sur, casi destruyendo varias ciudades mineras de carbón.


Pero una vez más, los planes de Rusia se toparon con los habitantes locales. Los soldados ucranianos han incendiado múltiples columnas de tanques en las entradas a Severodonetsk. Las fuerzas rusas se trasladaron a Rubizhne, pero sufriendo grandes bajas y pudiendo apoderarse solo de la mitad de la ciudad. E incluso en localidades totalmente conquistadas, ha habido poca colaboración directa por parte de sus habitantes, colaboración con la que contaban las fuerzas rusas. En todas las ciudades del norte de Lugansk, los residentes han inundado las calles ondeando banderas azules y amarillas, bloqueado convoyes de tropas y cantado consignas proucranianas contra los soldados rusos y sus representantes separatistas. En la ocupada Starobilsk, los manifestantes incluso derribaron y quemaron una bandera separatista de la República Popular a la vista de las fuerzas de ocupación rusas. Vadym Gaev, el alcalde de Novopskov, una ciudad idílica cerca de la frontera con Rusia, dijo que los soldados rusos habían rastreado el gobierno local en busca de un traidor que lo dirigiría y solo pudieron encontrar a una joven que trabajaba en la oficina de impuestos.

¿Qué ha sucedido para que conquistar y ocupar Lugansk haya sido tan difícil? En resumen, las fuerzas rusas y separatistas se encontraron rápidamente con la identidad ucraniana de la región, establecida por siglos de migración desde el corazón central del país. Los principales idiomas del norte de Lugansk son el ucraniano y una versión surzhyk del ucraniano mezclada con ruso. Cuando los manifestantes hablan ruso, lo hacen para lacerar a las fuerzas ocupantes con obscenidades. Más recientemente, los refugiados proucranianos del Lugansk, controlada por separatistas, se han trasladado a regiones controladas por el gobierno, fortaleciendo el apoyo de la zona a Kiev. E incluso los lugareños que simpatizan con Rusia han visto lo mal que Moscú ha fallado en la gestión socioeconómica de los territorios separatistas en los últimos ocho años, atenuando cualquier apoyo que pudieran haber mostrado a los soldados rusos de hoy.

Frente a una resistencia tan inesperada, las fuerzas rusas han recurrido a la misma táctica que utilizaron en Mariupol y en otros lugares: la violencia indiscriminada. Las fuerzas terrestres y los aviones rusos han golpeado Severodonetsk y las ciudades circundantes, matando a decenas de residentes y reduciendo a cráteres y ruinas ennegrecidas cualquier edificio.

Incluso en los pueblos y ciudades que las fuerzas rusas han ocupado con éxito, han continuado su campaña de terror contra la población local. Oleksii Artiuikh, el editor del sitio web de noticias Tribun, ha recibido testimonios diarios en Rubizhne de soldados rusos presuntamente saqueando apartamentos, robando automóviles y violando mujeres. En Novopskov, las tropas de ocupación han abierto fuego contra manifestantes proucranianos. Las fuerzas rusas también han estado arrestando a organizadores de protestas, interrogando a residentes y haciendo desaparecer a activistas.

Eso no ha impedido que Moscú intente jugar con los beneficios de la ocupación, que incluyen perdonar las deudas de los servicios públicos y renovar las conexiones ferroviarias con Rusia, algo que el Kremlin ha negado a los residentes de regiones separatistas durante los últimos ocho años. Pero en su mayor parte, los "beneficios" son cambios culturales forzados y salarios más bajos. Las fuerzas rusas están ordenando a las escuelas que hablen solo ruso y cambien el plan de estudios ucraniano por el separatista, lo que resulta en un diploma reconocido solo en Rusia. Están cambiando los nombres de las calles a los nombres soviéticos que se usaban antes de la ley de descomunización de Ucrania de 2014. Están reemplazando la grivna ucraniana con el rublo ruso, vetado por Occidente. Una fuente en la ocupada Starobilsk informa de que, entre el cambio de divisas y los recortes salariales, los médicos del hospital de la ciudad podrían ver caer sus salarios en dos tercios.

Esta es una fatídica advertencia de lo que podría suceder. La región norteña de Lugansk es la mayor franja de territorio que Rusia ha ocupado desde el comienzo de la invasión en febrero, y su destino sugiere que la incorporación a la "República Popular de Lugansk" significa terror, policía secreta, chovinismo ruso, culto a la carga soviética y degradación económica. Incluso podría ser en una escala peor de la que las regiones separatistas han experimentado hasta ahora. Rusia dispondrá de un territorio ocupado mucho más grande para administrar que antes, y tendrá que hacerlo con recursos muy reducidos, gracias a las sanciones paralizantes y los contratos cancelados de petróleo y gas. Es muy posible que recurra a una mayor represión para mantener el control y restringir aún más los servicios básicos. No es de extrañar que tantos ucranianos hayan respondido a la ocupación con desafío.

GANAR O PERDER

Como muestra la terrible destrucción de Mariupol, Volnovakha, Severodonetsk, Rubizhne y otras ciudades orientales, Putin está decidido a subyugar al Donbás, incluso si eso significa masacrar a los ucranianos orientales aparentemente prorrusos e incendiar lo que queda del poder de Rusia en la región. Ha apostado su credibilidad en el Donbás y parece decidido a gobernar sus ruinas humeantes en lugar de admitir la locura de su guerra de elección y retirada.

Pero la respuesta de los ucranianos orientales ha sido notable. Su ejército ha montado una defensa mucho más robusta de lo que Rusia podría haber imaginado, y sus residentes han protestado valientemente contra las fuerzas ocupantes. La narrativa imperial que Moscú utilizó para vender la guerra al público ruso no echará raíces en suelo ucraniano. Un grupo de propagandistas rusos de un medio de comunicación pro-Kremlin, por ejemplo, visitó recientemente un distrito ocupado de Mariupol y se sorprendió por las respuestas enfurecidas de las mujeres locales de habla rusa al sonido de los continuos bombardeos rusos. "Nuestro Mariupol acaba de florecer, construimos nuevas carreteras, nuevos parques", exclamaron. "¡La metalurgia se estaba desarrollando, y luego ustedes los rusos vinieron a 'liberarnos'!"

Las próximas semanas determinarán si el desafío de Ucrania y la determinación de Occidente de aportar armas son suficientes para detener el movimiento despiadado de Putin en el Donbás. Pero ya se ha expuesto descaradamente la fantasía revanchista de Rusia de que los ucranianos reprimidos anhelaban la liberación fraterna. Pase lo que pase en el campo de batalla, Moscú ha perdido para siempre su influencia cultural y su cabeza de playa en el este bilingüe, multinacional y, sin embargo, ahora inequívocamente ucraniano territorio.


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