22/11/21

Chaqueteros

En la Transición, nadie exigió modificar la ley de Amnistía para introducir la imprescriptibilidad de los crímenes franquistas. Los legisladores, como lo prueban las actas del Congreso, obviaron cualquier alusión a los delitos franquistas porque, hasta la aprobación de la Constitución, el franquismo no era un delito, sino la ley. La Alianza Popular de Fraga Iribarne se abstuvo en la votación por considerar que la gracia concedida era excesiva. 

La ley de Amnistía no desgarró la conciencia de ningún demócrata y nadie, en el antifranquismo político, pensó que se estuviese otorgando la impunidad por los crímenes del franquismo. El escenario de la ley de Amnistía no era el del perdón recíproco, sino el del perdón del franquismo por interés moral hacia las salvajadas del antifranquismo. En cualquier caso, el perdón se lo concedió el franquismo a sí mismo. 

Las mentiras de hogaño sobre la ley de Amnistía arrancan de la mentira de que fue la presión popular quien trajo la amnistía y la democracia. Olvidan de que a Arias Navarro lo fulminó el Rey de España, no el pueblo. La democracia en España no fue una conquista antifranquista. El objetivo del antifranquismo nunca fue tomar el poder, sino reforzar a las autoridades partidarias de que en España se estableciese un régimen democrático que neutralizase a los inmovilistas. Nadie pretendió que los torturadores y sus jefes fueran juzgados. Los representantes del franquismo fueron tildados de chaqueteros. Y ya está. 

La izquierda contemporánea no disculpa las derrotas que sufrió en el siglo XX. Una, que perdió la Guerra Civil. Otra, que no pudo acabar con el franquismo por sí sola. La izquierda no derrocó a Franco. y tras la muerte de este la izquierda no pudo tampoco imponer la República y el ajuste de cuentas. La tercera y más amarga derrota para la izquierda fue que España acabó teniendo una democracia impecable a través de un profundo proceso reformista.  

La izquierda ha tratado, en vano, de hacer sanar estas heridas. Durante años se impuso la tarea ingente de convencer a todo mundo de que la democracia había sido traída por la fuerza desbordante de las masas y no por el Rey, Suárez o Torcuato. Con Zapatero empezó el bulo de que la Transición no había alumbrado una democracia sino un enjuague. Este razonamiento fue exhibido por el ministro Félix Bolaños en el Senado al decir que en España solo hay democracia desde que el socialismo llegó al poder en 1982. Esta zafiedad intelectual es hilarante, pero revela el sentimiento oculto de una izquierda muy pobremente armada en lo intelectual.

La Memoria Histórica o Democrática o como la quieran llamar no tiene que ver con fosas comunes ni cunetas, sino con la pretensión de la izquierda de arrogarse la implantación de la democracia. Jamás ha asumido que la democracia en España la otorgaron quienes habían arruinado el país durante cuarenta años. La derecha es hija del franquismo, pero acabó enmendando los desatinos de sus padres.


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