29/11/21

Franquismo eternizante

No se entiende la sistemática campaña de acoso al franquismo. Franco lleva cuarenta y tantos años muerto y enterrado y, salvo en los primeros años de la Transición, los simpatizantes del Antiguo Régimen brillan por su ausencia: tanto por haber fallecido ya, como por estar en vías de estarlo. 

Da lo mismo. El auge del antifranquismo se fundamenta en la tesis de que el franquismo aún existe y que, salvo los propios antifranquistas, ninguno somos capaces de advertirlo, acaso porque seamos todos franquistas sin saberlo. 

España ha necesitado de una ley de memoria histórica (la de Zapatero), reconvertida luego en ley de memoria democrática (la de su Sanchidad), para encontrar este desasosegante franquismo que sigue campando a sus anchas sin que nadie lo impida. Exhumar cadáveres (antifranquistas, la II República y su gobierno bélico jamás fulminó a nadie, dicen) es una misión menor en comparación con tan egregio objetivo. 

Que, en el trasiego de eliminar de las calles los vestigios del franquismo se hayan eliminado también los más antiguos de siglos anteriores al XX, no tiene nada de extraño: cualquier figura histórica, si fue ensalzada por el franquismo, ha de desaparecer para no interrumpir la hodierna historiografía oficial que señala que el franquismo no solamente existió, sino que ha de ser erradicado de raíz. En breve nos irán llevando a todos a campos de reinserción para franquistas. Al tiempo.


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