29/11/21

Obstrucción al negacionismo

El uso indiscriminado del término negacionismo en la crisis climática (y también en la coronavírica) oculta y niega el problema real sustentante. El negacionismo ha sido normalizado y diseminado por los medios de comunicación ocasionando una generalización que trivializa la adopción de posturas críticas respecto a este tema (a cualquier tema, en realidad). Recordemos que la acepción original del término se refería al hecho delictivo de negar la existencia del holocausto en la Europa nazi, por lo que se estaría criminalizando a una corriente de opinión en un tema que en absoluto es comparable al horror de los guetos y los lager

Tanto en Estados Unidos como en Europa, los argumentos de las personas y grupos que disienten del activismo climático es bastante más amplia de lo que el término negacionismo implica. De hecho, si se revisa la literatura existente, menos de una cuarta parte de los argumentos empleados por los críticos son estrictamente negacionistas. La enorme mayoría de los disidentes climáticos no niegan el calentamiento global, sino que se oponen a las políticas con que se pretende atajar el problema por su ausencia de eficacia o incluso de prioridad (hay problemas mucho más acuciantes). Entre los disidentes, los hay obstruccionistas, que reaccionan contra cualquier alteración del modelo económico. Algunos de ellos son negacionistas, pero muchos otros son simplemente escépticos o no colaboracionistas

El uso extendido del término negacionismo lo que sí hace es polarizar de forma extrema a la sociedad, dividiéndola entre malos (los negacionistas) y buenos (los demás), algo que permite criminalizar a unos y exculpar a otros desde un punto de vista supremacista, aun cuando entre los del segundo grupo haya numerosos no colaboracionistas que no son negacionistas del cambio climático. Un ejemplo concreto lo encontramos en la industria, que muestra preocupación y consciencia medioambiental, pero dedican esfuerzos a obstaculizar las políticas climáticas que unos pocos consideran como más eficaces (son unos pocos quienes pretenden imponer su visión superior). Es este obstruccionismo el que ha impedido que Europa avance en la política climática a la que sus representantes tanto aluden, lo cual desde cierto punto de vista es un alivio (yo así lo pienso).  De hecho, en la práctica cualquier ciudadano que se muestre receloso de cambiar sus hábitos (como los vinculados a la dieta, el transporte o el turismo) podría ser calificado de obstruccionista aunque, al mismo tiempo, sea ferviente defensor de las políticas climáticas. 

Por tanto, en el debate internacional nos encontramos varios grupos de actores en cuanto al clima: los negacionistas, los obstruccionistas, los no colaboracionistas, los afirmacionistas y los activistas (o ultra-afirmacionistas), cuyo fanatismo hace ganar adeptos a cualquiera de las corrientes primero mencionadas. Mientras tanto, todos los focos apuntan a los negacionistas, que son una minoría.


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