25/3/22

Vox y los apestados

Mi madre, al final de su vida, varió su voto del PP a Vox. Yo, personalmente, me he constituido en absentista en cualesquier votaciones o sufragios que se celebran en España desde 1996, pero si dejara de serlo, con total seguridad puedo afirmar que no votaría jamás a Vox. Puedo coincidir con algunas de sus ideas y propuestas, pero no con el modo de hacer política ni con la manera maniquea que tienen de enfrentar los problemas que vivimos los ciudadanos. Dicho esto, he de manifestar que, más aún que la chulería de los dirigentes de Vox, detesto a todo el espectro que los tilda de apestados.

Hace tiempo que la expresión "extrema derecha" se viene empleando como sinónimo de inmoralidad, inconstitucionalidad y de neonazismo. En España también existe una "extrema izquierda" y ahí se encuentra, sentándose en el Consejo de Ministros (Podemos), cuando no alcanzando pactos con el partido gobernante (Bildu, ERC). Hasta donde yo sé, en ningún momento Vox ha exigido cambios en la Carta Magna fuera de la vía legal constituida. Anticonstitucionales son las formaciones que emplean la fuerza o mecanismos ilegales para vulnerar la Constitución (todos los independentistas catalanes). Vox no ha intentado dar ningún golpe de Estado ni emplea la violencia en sus manifestaciones públicas: más bien la sufre.

Criticar el Estado de las Autonomías no es una opinión solo de Vox. Antes de que esta formación existiese, muchos españoles habían alcanzado igual conclusión. Yo opino que es un monumental error, pero también creo que no hay manera factible de enmendarlo a estas alturas del discurso político. Y asuntos tales como el feminismo, la memoria histórica (o democrática), los derechos LGTBI, la inmigración, etc., no son dogmas en los que se sustente una democracia. Conviene recordar que la igualdad y los derechos para todos, por ejemplo, vienen pronunciados en la Constitución y tienen su correspondiente reflejo en las leyes. Por mucho que se intente tildar de "negacionismo" (ahora hay un negacionismo ad hoc para cada reivindicación) a quienes discrepan, o discrepamos, parangonándonos con el fascismo o incluso algo peor, son temas que la propia sociedad discute pese a la tozudez del lenguaje políticamente correcto, que trata de abortar cualquier conato de debate de ideas (seguramente porque, quienes las defienden a ultranza, no tienen muchas que exponer al margen de su invocación a la libertad y de que los demás también dispongamos de ella). Véase el cisma provocado en el feminismo por todo el rollo queer para entender por qué ir en contra de la biología /(y varios millones de años de evolución) no es algo tan sencillo que se pueda dirimir en un lustro.

Si Vox es radical en sus ideas, mucho tiene que ver la sensación de laxitud de los dos grandes partidos hacia los independentistas golpistas. En 2016, el Comité Federal del PSOE obligó a dimitir a Pedro Sánchez por querer aliarse con los catalanes y los independentistas vascos. Al final, el pueblo (el votante del PSOE) lo aclamó a él, y en estas nos encontramos: nunca unos pocos han provocado tanto daño a las bases políticas de un país.

Las derrotas electorales que viene sufriendo el PSOE, y en general la izquierda, son muy claras y significativas. El Gobierno intenta ocultarlo tras la anatemización de Vox y sus pactos con el PP. Lo que no hacen es preguntarse por las claves de tanta derrota. Pero ese discurso ya solo engaña al votante del PSOE.



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